Dusseldorf es una pequeña ciudad en el oeste de Alemania, puedes explorarla en un par de días y viajar más lejos por Europa. Hay varias rutas probadas a lo largo de los años.
Instrucciones
Paso 1
Puedes llegar a Ámsterdam desde Dusseldorf en un par de horas en tren. Hay muchos lugares interesantes en Amsterdam. Si viaja con un niño, asegúrese de visitar el magnífico zoológico de Ámsterdam, que alberga más de setecientas especies de animales. El zoológico tiene un planetario, un gran acuario, una granja para niños, museos zoológicos y geológicos. Puedes caminar aquí todo el día sin haber visto la mitad de los rincones y lugares interesantes. Si vienes de Düsseldorf con una gran empresa ruidosa, Ámsterdam tiene mucho entretenimiento para adultos, desde monumentos arquitectónicos hasta el famoso barrio rojo.
Paso 2
En tren de alta velocidad en tres horas se puede llegar de Dusseldorf a Bruselas. En la capital de Bélgica, los amantes de la arquitectura encontrarán impresionantes edificios antiguos que se pueden examinar durante horas; para niños y adultos jóvenes, no muy lejos de Bruselas, está el parque acuático Oceade, que cuenta con una gran cantidad de toboganes, piscinas y otras atracciones. Los amantes de unas vacaciones más tranquilas, sin duda, encontrarán interesante visitar el famoso parque en miniatura Mini-Europe, que alberga pequeñas copias de todos los edificios famosos de esta región. Y los amantes del arte moderno seguramente estarán interesados en los cómics esparcidos por la ciudad, pintados en las paredes de los edificios.
Paso 3
En una hora y media puedes llegar en tren desde Dusseldorf a Luxemburgo, donde debes ver la famosa Ciudad Alta. Aquí se encuentra la hermosa Catedral de Notre Dame, que alberga la famosa imagen de la Madre de Dios y el Niño Jesús. En la Ciudad Alta, no se puede pasar por el Palacio de los Grandes Duques, que en tiempos inmemoriales era solo el Ayuntamiento, sus agujas y torres solo piden postales. Si eres un fanático de la arquitectura ultramoderna, asegúrate de visitar la meseta de Kirtberg, donde hace veinte años se erigió un complejo arquitectónico casi cósmico hecho de vidrio espejado, que todavía parece absolutamente futurista.